Recientemente, se publicó un estudio realizado en China a 1210 personas que respondieron una encuesta online, dos semanas después de iniciada la propagación del coronavirus. Más del 50% reportó impacto psicológico y estrés moderado y severo. Un tercio, reportó síntomas moderados y severos de depresión y ansiedad. Además, las mujeres sufrieron un mayor impacto psicológico al igual que mayores síntomas de estrés, ansiedad y depresión en comparación con los hombres. Lamentablemente, este último dato, solo confirma la tendencia en torno a las cifras de salud mental en las mujeres pre COVID (Wang, Pan, Wan, et al., 2020).
Si bien estos datos corresponden a una población específica, no parece una realidad tan alejada de la nuestra. Sin embargo, en una situación como esta la aparición de síntomas como los que mencioné antes son esperables por las siguientes razones
1.Los factores que desencadenaron y mantienen la crisis sanitaria son absolutamente incontrolables, para todas y todos. Eso, nos hace sentir vulnerables (y aunque siempre lo somos) parece que ahora esta sensación se hace demasiado real a ratos. La vulnerabilidad, nos muestra que somos finitos y que dependemos de muchas más cosas de las que creemos y/o queremos para sobrevivir.
2.Por otro lado, nuestra pirámide de necesidades cambió de un momento a otro, debemos adaptar nuestras rutinas, en muchos casos hacer muchas más actividades de las que estamos acostumbrados. O, al contrario, para algunos hubo una disminución importante de las actividades diarias.
3.Lo que sigue, es planificar una rutina y con el paso de los días y las circunstancias darnos cuenta que no vamos a cumplir con todo (porque también estamos cansadas/os, preocupadas/as, con miedo, tristeza, o todo junto).
4.Y a todo eso, podemos sumar, insomnio, dolores musculares, pesadillas, crisis de pánico, conflictos familiares, peleas con la pareja, pérdida del trabajo, sobrecarga de trabajo, etc.
CONSECUENCIA DE TODO ESTO= ANSIEDAD + ESTRÉS + DEPRESIÓN
Ahora, sentirse identificada/o con alguna de estas situaciones no necesariamente significa que puedes tener un cuadro como depresión o algún trastorno de ansiedad. Por eso es importante consultar a un profesional para salir de dudas. ¿Cuándo es ese momento?, en general si se experimenta un malestar psicológico y eso se intensifica con el paso de los días o aparecen nuevos síntomas. Tal vez puede ser bueno usar el mismo criterio que ocupamos cuando estamos resfriados y notamos que la cosa está empeorando. Consultar con un especialista en salud mental, te permitirá poder evaluar alternativas para poder manejar los síntomas y evaluar alternativas de tratamiento si es que fuese necesario.
También es importante tener en cuenta que la ansiedad es una emoción que tiene como objetivo poner nuestros sistemas físicos, cognitivos y emocionales en estado de “alerta”. Estar en estado de alerta nos puede ayudar a tomar resguardos y con eso lograr un poco de control sobre la situación como, por ejemplo, lavarnos las manos constantemente, tomar las medidas de precaución al salir y volver a nuestras casas, mantener la distancia social con las personas, etc.
A nivel individual, contar con redes de apoyo y poder hablar de lo que nos pasa siempre es recomendable. También existen complementos a esto, como el mindfulness, una práctica de meditación consciente y centrada en el aquí y ahora, su traducción al español es conciencia plena o atención plena, ya que apunta a poner atención a nuestros pensamientos, emociones y sentimientos sin juzgarlos, sino que poniendo atención activa a ellos. Esta práctica es usada frecuentemente y ha demostrado ser eficaz en los trastornos de ansiedad, problemas de sueño, regulación de emociones, entre otras, y existen muchas alternativas para comenzar a practicarlo.
Si quieres buscar más información el libro “Mindfulness para principiantes” de Jon Kabat-Zinn puede ser una buena forma de comenzar.
Escrito por Oriana Figueroa Valdebenito